Itinerario de la visita de las reliquias
09.15 hrs. Santa Misa
10.15 hrs. Llegada a la Capilla Santa Helena
(Salida desde el frontis del templo parroquial)
Nace en 1647 en la Borgoña (zona centro-este de Francia), y al fallecer pronto su padre, notario real, ella y su madre quedan en una situación de dependencia humillante en casa de unos parientes próximos que las acogen. “La más áspera de las cruces -dirá la santa- era el no poder suavizar las cruces de mi madre”. Con todo, el Señor la consuela. Atraviesa un tiempo de luchas interiores. Un día, de pequeña, entre las dos elevaciones de la santa Misa, se consagra y hace voto de perpetua castidad. Pero pronto es muy solicitada, y apremiada por la propia familia, para contraer ma-trimonio. Vence finalmente su vocación religiosa, y a los 24 años ingresa en el convento de las monjas de la Visitación de Paray le Monial (1671).
Ávida de oración, en cuanto entra en el noviciado, pide a la Madre maestra de novicias que le enseñe el modo de hacerla. “Vaya -le respondió- a ponerse delante de Nuestro Señor, como un lienzo delante del pintor”. Enseguida comienzan para ella las comunicaciones divinas, de las que da cuenta a sus maestras, que sumidas en la perplejidad no aciertan más que a someterla a todo tipo de pruebas y humillaciones, que ella con sencillez y alegría supera. Se pensó incluso en expulsarla del convento. “Antes la muerte”, decía estremecida. “¡Ay Señor mío! -se desahogaba con su Dueño- ¿acaso serás Tú la causa de que no me admitan?”. Y recibía por respuesta de Jesús: “Dí a tu Superiora que no hay nada que temer en tu admisión; Yo respondo por ti; si me considera buen pagador, yo seré fiador tuyo”. Margarita se abre a su superiora, que le indica: “Si esto es verdad, pida al Señor que la vuelva útil.. por la práctica de todas las observancias religiosas”. Y así sucede, por lo que es admitida a la profesión de los votos en 1672. La tarde de ese día escribió Margarita:
“Yo, vil y miserable criatura, prometo a mi Dios someterme y sacrificarme a todo lo que pida de mí; inmolando mi corazón al cumplimiento de todo lo que sea de su agrado, sin reserva de otro interés más que su mayor gloria y puro amor, al cual consagro y entrego todo mi ser y todos mis momentos”.
Las comunicaciones y dones divinos a Margarita se multiplican ahora; y también las cruces, pues el Señor la quiere como víctima reparadora por los pecados del mundo: “Pusiéronme –escribe– en la enfermería, y sólo Dios puede llegar a conocer lo que allí tuve que sufrir, tanto de parte de mi natural sensible como de las criaturas y del demonio”.
Se advierte que casi desde su ingreso en la Visitación, Cristo ha ido preparando a su elegida para las grandiosas manifestaciones que le hará. El día de San Juan (27 dic 1673), estando Margarita en la Capilla del Monasterio adorando al Santísimo expuesto, recibe la primera revelación del Corazón de Cristo
“Mi divino Corazón está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti, y se manifieste a ellos, para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo”.
Al año siguiente Margarita, que proseguía de enfermera, recibe la segunda gran revelación:
“El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más esplendoroso que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior”
Con esto, el pensamiento de Cristo se va precisando: la devoción al Sagrado Corazón, que quiere Él infundir a todos, es como el último esfuerzo de su amor para abrasar el frío mundo. Y en el mismo año 1674 recibe Margarita la tercera gran revelación:
“Entonces me explicó –mostrándole su Corazón– las inexplicables maravillas de su puro amor, y hasta qué exceso había llegado su amor para con los hombres, de los que no recibía sino ingratitudes”.
A continuación, a Margarita, absorta en profunda oración, la tienen que hacer volver en sí las hermanas. Llevada a la Madre Superioraa Saumaise, la humilla y mortifica duramente. Margarita, balbuceando, le transmite las peticiones del Señor, a las que la superiora da un “no” tajante. Pero Cristo interviene: Margarita cae enferma muy grave. En el apuro, la superiora le dice que pida al Señor que la sane y ella concederá las peticiones. La enferma obedece e inmediatamente sana.
La súbita curación impresiona a la comunidad, pero siguen sin entenderla. La superiora hace venir a distintas personas doctas que la toman por visionaria. Es entonces cuando Margarita recibe de Cristo el aviso del que será su gran director espiritual, el sacerdote jesuita San Claudio La Colombière (1641-82): “Yo te enviaré a mi siervo. Descúbrete a él por completo, y él te dirigirá según mis proyectos”. Y al poco lo recibe y es confirmada por él.
En la infraoctava de la fiesta de Corpus Christi, probablemente el 16 jun 1675, tiene Margarita “La Gran Revelación” (cuarta y última de las principales) en que Cristo con todo amor le descubre su Corazón humano:
“He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este Sacramento de amor. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones consagrados los que así me tratan. Por eso te pido que se dedique el primer viernes de mes, después de la octava del Santísimo Sacramento, una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día, y reparando su honor con un acto público de desagravio, a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares. Te prometo además que mi Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias de su divino amor sobre los que le den este honor y los que procuren le sea tributado”.
Margarita pregunta al Señor: “¿Cómo puedo cumplir estos encargos?”. Quien le responde: “Dirígete a mi siervo (el Padre La Colombière) y dile de mi parte que haga cuanto pueda para establecer esta devoción; que no se desanime”.
Esta revelación es el fundamento histórico de la instauración en la Iglesia de la devoción y culto al Sagrado Corazón, luego extendidos por el mundo entero. El concilio Vaticano II ha presentado con nueva fuerza la doctrina tradicional de que el Espíritu Santo reparte a los fieles especiales carismas, “útiles a la renovación y a la mayor expansión de la Iglesia”, y que en el caso concreto de Santa Margarita han obtenido una aprobación tal que en la historia de la Iglesia quizás no exista otro caso de comunicaciones divinas carismáticas que haya sido más expresa, reiterada y solemnemente aprobado por la Santa Sede que el de Santa Margarita María en relación con el culto al Corazón de Cristo. El culto y devoción al Sagrado Corazón, extendidos a partir de Santa Margarita, han producido inmensos bienes en la Iglesia, potenciando a un mismo tiempo la unión íntima con el Señor y el esfuerzo por instaurar su Reino en todas partes. A este doble fin sirven de manera singular las consagraciones individuales y colectivas al Corazón de Jesús y los actos de reparación todos ellos especialmente indicados por la santa. Otro elemento básico del mensaje de santa Margarita son las promesas del Corazón de Jesús. De sus escritos se han extractado las célebres “doce promesas” que el Señor hace a quienes practiquen y difundan la devoción: la principal es la muerte en gracia de Dios a quien haya comulgado los primeros viernes de mes nueve veces consecutivas.
Santa Margarita María murió el 17 de octubre de 1690; fue beatificada por el Papa Beato Pío IX el 18 de septiembre de 1864 y fue canonizada por el Papa Benedicto XV el 13 de mayo de 1920. Sus restos mortales descansan en el mismo Monasterio de la Visitación en Paray le Monial (Francia).
Es honrar el Corazón de Cristo que nos manifiesta su infinito amor, especialmente en el Calvario donde fue traspasado, y en la Eucaristía donde vive solitario y abandonado. Por este motivo el fin particular de la Guardia de Honor es rendir y promover un culto constante y perpetuo de Gloria, Amor y Reparación a este Corazón divino que herido visiblemente una vez en el Calvario, es herido invisiblemente todos los día y a todas horas por la ingratitud y olvido de sus redimidos, principalmente en el Santísimo Sacramento. Allí, alrededor de la Divina Víctima eucarística, se invita a los Guardias de Honor a reanudar y proseguir el oficio inaugurado al pie de la Cruz por la Santísima Virgen, el amor inmolado, por Magdalena, el amor penitente y por Juan, el amor reparador.
Himnos de la visita
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Preciosa Margarita